22 de octubre de 2017

Una noche en la discoteca "Reflejos" (con Unos Patas)


En Ancón, durante el largo verano del 83, los planes de los adolescentes eran más numerosos que las arenas de la playa. Uno de ellos lo calibraban, entre chapuzón y chapuzón, Javier Abadía (primera guitarra), Roberto Gagliardi (batería), Alfredo “Poli” Riglos (cantante y guitarra) y Mario Basino (bajo): formar un grupo de rock.

Todo sonaba a cantos de sirena hasta que Javier se compró una guitarra eléctrica nacional. “Esta es la ola”, se dijo Roberto, y enrumbó a Miraflores, donde vendían una vieja batería Roxy roja con escarchado plateado que jamás llegó a sonar bien pero que, como tenía escrito en plumón el nombre de una vieja banda en el bombo (The Four Mads), le daba buena espina. Un amplificador a tubos y un bajo sin cuerdas, adquiridos a un chichero en busca de renovación, completaron el equipo.

En nombre de la amistad se bautizaron como Unos Patas. Querían reflejar sus vivencias en canciones propias y mejorar la técnica versioneando a sus favoritos: The Who, Led Zeppelin, Genesis, Yes, cuyos conciertos a veces se dejaban escuchar por radio Doble 9, vía La Hora del Lobo, las noches de domingo. Además, seguían con devoción a Frágil y ocasionalmente a TV-Color y Pateando Latas. No conocían a los subterráneos y cuando lo hicieron no les dieron bola.

Para fines de 1984, cuando Blanco y Negro Producciones convocó al Primer Torneo De Rock Urbano, ya manejaban un repertorio propio. Para inscribirse les exigieron una maqueta con tres temas propio y una versión, fotos de los integrantes (síp) y comprometerse a vender 200 entradas para la noche de su presentación.

Fueron seleccionados y convocados a tocar con otros cinco grupos (a manera de eliminatorias) en la discoteca Reflejos, en San isidro, en marzo de 1985. “Stoy ston”, “La bestia”, “Slow down” (versión de Zebra) y “La samba” les hicieron pasar a semifinales.

A la semana siguiente, soleándose sobre una chalana, fueron avisados por unos amigos de que los de Blanco y Negro los habían elegido, a manera de premio, para telonear a la banda de new wave chilena Metro (llamados los “Police mapuches”) que tocarían en la discoteca El Silencio, de una playas al Sur de Lima.

“No nos dieron ni para los pasajes. Esa noche, antes de nosotros tocó un conjunto llamado Maxon y no pasó nada. Entonces entramos nosotros y pusimos a bailar a todos los concurrentes. Le dejamos la noche hecha a Metro”, cuenta Roberto.

Pero fue mucho rocanrol para el baterista quien tuvo que abandonar el barco intempestivamente, tal vez por eso no brindaron una buena actuación en las semifinales, y así el sueño desapareció como un puñado de arena en la mano.

Se volvieron a juntar a inicios de este siglo y rescataron esta cinta de su presentación en la discoteca Reflejos, un eco de agitado rocanrol de los 80 dormido por años en una carcasa plástica. Ponte “ston” y dale play.






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